Cruce de destinos

domingo, 20 de noviembre de 2011


Escrita y dirigida por el cómico Ricky Gervais (el jefe tartaja en Noche en el museo y el dentista capullo de Me ha caído el muerto) y por Stephen Merchant (compi suyo en la serie Extras y guionista de The Office), Cruce de caminos (Cemetery Junction en versión original) cuenta la vida de unos amigos a principios de los setenta en un barrio de la ciudad inglesa de Reading. Freddie, Bruce y Snork se dejan llevar por lo que el mundo espera de ellos, la comodidad de unos trabajos que no les llevan a nada pero los mantienen ocupados y las juergas continuas que acaban con más que habituales visitas a la comisaría. Los tres están en esa edad en la que la casa familiar se queda pequeña, el barrio de toda la vida parece haber encogido varias manzanas y asfixia y la dirección de su vida los preocupa aunque no abran la boca.
Freddie lo tiene claro: no quiere acabar como su padre, trabajando en una fábrica para mantener a una familia en la que reina el silencio y las broncas continuas entre padres e hijos (sorprendentemente entre la abuela de Freddie y su hijo, es decir, el padre de Freddie). Por ello, se rompe los cuernos como vendedor puerta por puerta de seguros. No cree en su trabajo, no le gusta engatusar a buenas personas, pero le pone empeño cada día.
Bruce está desencantado. Trabaja de sol a sol en la misma fábrica que el padre de Freddie y vive con su padre, de baja y afincado perpetuo en el salón frente al televisor. Bruce lo odia, no le perdona que no hiciera nada cuando su madre los abandonó para largarse con su amante. Paga sus frustraciones con el primero que le lleve la contraria y sus puños han conocido ya muchas caras.
Y Snork... gordito, gafotas y proyecto de graciosete sin gracia ninguna. Trabaja en la estación Cemetery Junction y tiene el don de decir siempre lo menos apropiado. Se refugia en mujeres inventadas para no enfrentarse a la realidad.
A ellos se les une Julie, amiga de la infancia de Freddie e hija de su actual jefe que, por ser chica y provenir de una familia conservadora, aún lo tiene más difícil para reafirmar su identidad y encontrar su camino.
Con unos personajes con los que me he sentido cercana, un guión sin grandes aspavientos pero que no deja de fluir constantemente y el apoyo de unos secundarios de lujo (Ralph Fiennes, Emily Watson, Matthew Goode y el propio Gervais), Cemetery Junction es una buena película sobre el proceso de convertirse en adultos.

Algo de "Como una regadera"

martes, 15 de noviembre de 2011
Lo confieso, empiezo a pensar que hice algo mal. Que envié mal las cartas de presentación o que el manuscrito no se puede abrir... en fin, que tanto silencio por parte de las editoriales debe significar que mi novela Como una regadera no interesa en absoluto.
Pues no me rindo.
No me da la gana.
Porque supuso un gran esfuerzo y estoy orgullosa del resultado. Para mí, escribir tiene algo de terapéutico que no todo el mundo comprende. Cuando escribo, cuando una de las historias que me pasan por la cabeza me fascina, doy lo mejor de mí, me siento más feliz y eso revoca en la manera en que me enfrento a el resto de aristas de mi vida. Cuando escribo soy mejor persona. Y nada más por eso y porque la escritura de las andanzas de Carla y Álex me ayudó enormemente a superar una depresión (qué contraste, escribir comedia romántica cuando peor te sientes) creo que se merecen un voto de confianza.
Y más esfuerzo por mi parte.
Así que... ¡qué tiemblen las editoriales!
Aquí la menda no piensa rendirse.

Y como muchos no sabréis de qué hablo, os dejo con la sinopsis de Como una regadera y con un pequeño estracto de la misma, justo la primera vez que los protas se ven frente a frente:

Carla Miró, una joven que trabaja en una editorial, debe conseguir que Álex Collado, el escritor estrella, se desbloquee y acabe un manuscrito que ya llega con retraso. La forma de ser de Carla (ordenada, muy trabajadora, un pelín obsesiva) choca con el caos absoluto que representa Álex. Carla se muda al bloque de pisos del escritor para hacer un seguimiento más cercano, pero al hacerlo no sabe muy bien si también se ha mudado de planeta. Las excentricidades de Álex, sus extraños vecinos, un gigoló americano y las descabelladas ideas de su madre y su mejor amiga consiguen ponerle la vida del revés. Lo que Carla no se imagina es que a veces, un poco de caos puede ser la solución a nuestros problemas.


Carraspeo y me atuso la camisa que estaba planchada al salir de casa esta mañana y ahora se me pega a la piel después de la escalada por las escaleras con el abrigo a cuestas. Repaso lo que mi jefa me ha enviado a decir: que somos una editorial seria, por supuesto, y que nos preocupamos por nuestras grandes firmas, faltaría más, y que, por eso, la junta directiva ha decidido que él, nuestro escritor estrella, Alejandro Collado, quizá necesita el asesoramiento de una experta que consiga que las musas vuelvan a sonreírle. Me callaré los tacos intercalados de Ágatha, el nerviosismo reinante en la editorial por sus excusas, la opinión personal de que eso de las musas es una gilipollez como un piano y que la «experta» que le envía la editorial, sólo es experta en confeccionar listas y organizarlo todo. Nada, cuatro minucias.
Cuando por fin abren la puerta, interrumpo mis diatribas mentales para encontrarme frente a frente con:
a) El Yeti que, harto de lidiar con el frío todo el año, ha venido a pasar la jubilación a la costa alicantina como tantos otros guiris.
b) La reencarnación de Moisés, Abraham, san Juan Bautista o Rasputín. Como no tiene pintas de santo, me inclino por este último.
No puedo evitarlo y lo examino de arriba abajo como hacen la mayoría de señoras de este país. Ya sabes, la típica radiografía visual que te hace temer una carrera en las medias o algo entre los dientes.
No sé qué me impresiona más: las pantuflas de Bob Esponja, el albornoz gris que algún día debió ser blanco o los gayumbos a cuadros escoceses que asoman por debajo una raída camiseta y que deben de tener un alto valor sentimental por haber pertenecido a su bisabuelo.
Y eso sin contar con las barbas, el pelo a lo loco y las opacas Ray-Ban que bien podrían estar ocultando los ojos de un asesino en serie.


Babel

jueves, 10 de noviembre de 2011


Mi relación con Antena 3 y, sobre todo, con sus canales de TDT Neox y Nova oscila últimamente una barbaridad entre el amor y el odio. Si bien comparto todos mis desayunos con Susana Griso y estoy ansiosa por la nueva temporada de Downton Abbey, no dejan de sacarme de mis casillas su puñetera manía de tratarnos a los espectadores como si fuéramos gilipollas.
Y perdón por el exabrupto, así de repente, pero esa es la sensación que se me queda cuando anuncian una peli para las diez y cuarto en Nova, empieza en realidad a las diez y media (el cuarto de hora de retraso relleno de anuncios) y luego, como los cortes los hacen a la par en todas sus cadenas, interrumpen la película en mitad de una frase cuando no lleva ni tres minutos en antena.
¿Pero esto qué es?
Un despropósito. Y un morro que ni una piara.
¿Va a servir que me queje de algo? No.
Así que lo que habitualmente hago es cambiar el canal y que le den morcillas. Eso pasó la semana pasada y esta, (oh, Dioses del Olimpo), se ve que se dieron cuenta de la cantada que hicieron porque medio respetaron la emisión de Babel, de González Iñárritu.
Y ¡menos mal! porque el tándem formado por el director mexicano Alejandro González Iñárritu y el escritor-guionista Guillermo Arriaga bien merecía ese respeto.
Con Babel, Alejandro cierra su "Trilogía del Dolor" que ya desarrolló con la impresionante Amores Perros y la indispensable 21 gramos.
No hace falta que os dore la píldora mucho: quien haya visto alguno de los films citados, sabrá que su estilo es personalísimo y sus historias calan muy hondo.
Babel no se queda atrás.
Nos muestra el alcance que las acciones de cualquier persona puede tener en cualquier punto del mundo, reflejo de esta vida hiperglobalizada que nos ha tocado vivir. La película tiene tres hilos argumentales: por un lado el matrimonio formado por Brad Pitt y Cate Blanchett, de vacaciones en Marruecos para superar una profunda crisis conyugal, por otro la nana de sus niños, mexicana que se los lleva a la boda de su hijo más allá de la frontera estadounidense y por un último, la historia de una adolescente japonesa que, por si vivir en Tokio no fuera bastante impersonal, vive en una burbuja de aislamiento provocada por su sordomudez.
La trama salta de unos personajes a otros demostrándonos que da igual el lugar del mundo en que nos haya tocado vivir; todos compartimos inquietudes semejantes y en este mundo sin barreras los miedos también las han sobrepasado.
Merece mención especial el trabajo interpretativo de Brad Pitt, así como de Rinko Kikuchi y Gael García Bernal (otra de las grandes apuestas de Iñárritu).
Y eso sin olvidar una fotografía de contrastes muy trabajada y una banda sonora a manos de Gustavo Sanaolalla que, como no podía ser de otra forma, ganó el Óscar en 2007.
En pocas palabras, una película muy aconsejable.