Mi novela favorita (casi casi alimenticia)

martes, 11 de octubre de 2011




Uff, qué difícil. Para mi curso de crítica literaria hoy me he enfrentado a un tótem: Orgullo y prejuicio de Jane Austen. Partiendo de que es mi novela favorita y de que le he dedicado un año entero de estudio para la escritura de mi tesina doctoral, condensar tooooda la información que sé sobre ella en una página y media ha sido un auténtico suplicio.

En esta ocasión tenía que centrarme en el estilo narrativo, narrador, ambientación, etc. de ahí que no haya podido hablar casi nada de los personajes, las subtramas, la crítica social... vamos, todo lo que más me gusta de esta novela que me trae loca desde que tenía 14 años.

Os dejo con el resultado:


Orgullo y prejuicio, Jane Austen (1813). Edición reseñada: De Bolsillo, Barcelona, 2000.






«Es una verdad reconocida por todo el mundo que un soltero dueño de una gran fortuna siente un día u otro la necesidad de una mujer.» Con esta sentencia, inspirada en el discurso filosófico de Adam Smith, Jane Austen comienza una de sus novelas más logradas y la más versionada y adaptada de todas. Orgullo y prejuicio no es meramente una novela romántica como su argumento pudiera hacernos creer. Elizabeth Bennet es la segunda hija de una familia de la pequeña burguesía rural inglesa a principios del siglo XIX. Ella y sus cuatro hermanas llevan una vida relativamente fácil gracias a las rentas que producen las tierras paternas pero un futuro incierto se cierne sobre ellas: la ley hereditaria de la época no permite a las jóvenes heredar, por lo que todo lo que poseen pasará a manos del pariente varón más próximo. ¿Cómo solucionar tan oscuro porvenir? Mrs. Bennet, la matriarca, lo tiene claro: hay que casar a las niñas lo mejor posible. La llegada de un nuevo soltero al vecindario, Mr. Bingley, acompañado de su mejor amigo Mr. Darcy, parece ser la solución a las plegarias de Mrs. Bennet. Sin embargo, no todo va a ser tan fácil y mientras que Bingley se fija inmediatamente en la mayor de las Bennet, Jane, entre Mr. Darcy y Elizabeth surge una relación de batalla verbal en la que ambos se demuestran sus caracteres diametralmente opuestos y su gran elocuencia. Sus encuentros y desencuentros nos llevan a conocer no sólo sus caracteres, sino las estrictas reglas de la sociedad en que se mueven y sus contradicciones.
Considerada una de las grandes autoras inglesas de todos los tiempos (sus traducciones sólo son superadas por las de William Shakespeare y Charles Dickens), Austen es una autora muy difícil de catalogar dentro de las corrientes literarias de la época. La suya es una literatura de transición que recoge elementos de muchas de las novelas de la época pero que se conforma única e irrepetible por su grandísima maestría lingüística y su sutileza a la hora de subrayar las lacras de un sistema social con el que no está totalmente de acuerdo. El gran tema de Orgullo y prejuicio no es el amor, sino el matrimonio. Sin derecho a heredar, las jóvenes burguesas de la Inglaterra de Austen necesitaban hacer buenos matrimonios que les asegurasen un futuro alejado de penurias. Esto suponía, en la práctica, la existencia de un gran número de matrimonios de interés en los que los cónyuges nunca se satisfacían mutuamente. ¿Debían entonces las jóvenes atender únicamente los mandatos de su corazón y casarse por amor? Tampoco esta es la solución que propone Austen, en especial si ese amor no está respaldado por cierta prosperidad económica. La solución está en el término medio: encontrar un hombre con una situación económica estable y, a la vez, íntegro y bueno al que poder respetar.
Ésa es la misión de Elizabeth Bennet, una joven demasiado inteligente y sensata como para comprometerse en un matrimonio que sabe que no la hará feliz. Ella es la protagonista absoluta de la novela. Partiendo de la universalización que citábamos anteriormente, Austen realiza un proceso de focalización hasta la figura de nuestra heroína que va a centrar, no sólo la acción narrativa, sino la voz del narrador. De esta forma, todo lo conocemos a través de un narrador que, si bien tiene alguna traza de omnisciencia, interpreta el mundo desde la perspectiva de Elizabeth. La coherencia de esta voz narrativa es tal que el narrador nunca se aleja demasiado físicamente de Elizabeth y, en las escasas ocasiones en que se adentra en la psiquis de otros personajes, éstos se encuentran próximos a la heroína.
Austen domina a la perfección esta técnica y emplea con gran acierto el estilo indirecto libre para dejarnos penetrar en la mente de sus personajes sin mediatizar sus pensamientos. Su estilo narrativo es sutil y cargado de ironía, de una riqueza lingüística que permite interpretar más allá de lo que atisbamos en una primera lectura. Nuestra autora es muy cuidadosa: elije las palabras exactas en cada ocasión y otorga a sus personajes una psicología compleja y diferenciada que nos permite reconocerlos en sus intervenciones como seres llenos de vida, no planos. Su maestría lingüística se extiende a todos los aspectos de la novela y las descripciones, la ambientación evocadora de una vida rural llena de pequeños placeres, nos permiten soñar con una época en la que los grandes romances son posibles.
Eso sí, aviso para navegantes (en especial para lectores de novela romántica contemporánea que crean hallarse ante la primera obra de este género), como mujer de su época Austen es muy comedida, el contacto físico entre los amantes en su sociedad se reducía a un leve roce de manos en los bailes y los sentimientos se demostraban con la prudencia que reclama un corazón vulnerable que no sabe si será rechazado. Por todo ello, quien busque una novela romántica al uso que descarte Orgullo y prejuicio. O, mejor, que la pruebe. Unos días junto a la perspicaz Elizabeth Bennet servirán para derruir muchos mitos y descubrir la grandeza de una historia bien contada.

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